El Sector Educativo ha sido receptivo en torno a las nuevas
disposiciones emanadas del recientemente aprobado Acuerdo 696. Sin
embargo hay varios aspectos que han sembrado inquietudes e
interpretaciones, que son reflejo y producto de las discusiones que se
han llevado a cabo en los colectivos escolares y los equipos de
supervisión. Creemos que este documento implica desafíos en la
organización de la escuela secundaria y para ello, se necesita
profundizar en la reflexión e interpretación. Por ejemplo, está la
situación de la reprobación de los alumnos. Aspecto que sigue siendo
considerado como problema del alumno, no del maestro. La escuela debe
crear condiciones para garantizar la atención de la reprobación
asumiendo que los tiempos de clase pueden ser dedicados a recuperar
aquellas asignaturas en donde se presentan mayores debilidades. ¿Y si
por dedicar más tiempo a la reprobada, se descuidan aquellas en donde va
bien? Esta interrogante surge para tachar de inmediato la posibilidad
de ver las cosas de otra manera. ¿No tenemos condiciones para constituir
la figura del tutor académico? ¿Acaso no contamos con profesionales
docentes con horas disponibles para realizar tal ejercicio? Y en donde
no se tengan recursos humanos disponibles, ¿quién realiza dicha tutoría?
Este acuerdo lo que nos está diciendo es “vamos a apoyarlos”. Haz lo
posible por recuperarlos. ¿Para qué se quedan en la escuela?
Sin embargo, el enfoque de la reforma educativa se pierde cuando
empezamos a detectar situaciones en las que los docentes abaten la
reprobación para “no tener más trabajo”, por un lado, o cuando la
supervisión exige promedios acordes a las metas, y reprobación mínima en
cada bimestre. “No me importa cómo le haga, usted debe reportar un
promedio de 7.6 como mínimo y no tener más del 10% de reprobación”.
El alumno que reprueba un bimestre, tiene altas posibilidades de
reprobar el siguiente. Así que el acuerdo dice: vamos a enfocarnos en
ello, ayudemos a que adquiera los aprendizajes esperados, y que haga un
examen, que evalúe uno, dos o los bimestres que sean necesarios. ¿Cuándo
debería ser el tiempo para aplicar dichos exámenes de recuperación?
Cuando el alumno esté listo. El esfuerzo de preparación, podría empezar
en el tercer bimestre, pero la Circular 4, posibilita que al término de
cada bimestre se presente el examen de recuperación correspondiente. Sin
embargo, creemos que se violenta esta visión de apoyo que se intenta
ofrecer al estudiante. Aquí lo que apreciamos es una decisión de
carácter administrativo que impera sobre el valor educativo y de apoyo
que requieren muchos de nuestros jóvenes. Estamos dejando ir una
oportunidad de vivir la educación secundaria de una manera diferente, en
donde, como mucho se ha predicado en esta reforma educativa, la escuela
pueda girar en torno al estudiante, que sea el centro de gravedad de
todas las decisiones que tomamos a diario.
¿Cómo podemos concebir que al alumno deje de asistir a clases para
recuperarse? Toda nuestra vida hemos considerado que para acreditar,
tiene el alumno que venir a nuestras aulas. ¿Estamos a la altura de las
exigencias? ¿Ya aprendimos y aplicamos el potencial educativo de las
tecnologías? ¿Sabemos reconocer y adaptar nuestras clases a las
diferentes maneras de aprender? ¿Detectamos la diversidad de la
inteligencia escolar?
Tenemos un testimonial de algunos compañeros docentes de la
Secundaria 64 José Vasconcelos, en Coyotepec, de la situación de un
alumno con problemas de aprendizaje y de conducta. En uno de los
procesos de actualización docente, conocen la plataforma EDMODO y lograr
concentrar la atención del alumno, al proponerle los contenidos de las
asignaturas en Internet, gestionando incluso, la comunicación con sus
tutores y el avance en cuanto sus evaluaciones.
Una escuela que innova, significa muchas cosas. Significa pensar a la
escuela como un centro que produce conocimiento, que puede ser capaz de
detectar lo que le funciona, lo que hace que los alumnos aprendan de
mejor manera, lo socializa entre el personal de la escuela, y logra
sistematizar las mejores prácticas educativas, de nuestros mejores
compañeros. Pero para ello, la condición es hacer que puedas compartir
lo que sabes, y del otro, que pueda asimilar lo que funciona entre
nosotros mismos.
Un tipo nuevo de examen es el examen final. No nos hemos
podido poner de acuerdo en la cantidad de aprendizajes esperados que
deben de tomarse en cuenta en su elaboración. Ya nos dijo la SEP que
debe ser de preguntas abiertas y que debe de considerar los aprendizajes
esperados de todas las asignaturas y que el responsable de su diseño es
el Consejo Técnico Escolar. Así que algunos dicen que este examen debe
de considerar todos los aprendizajes esperados del año. Y otros se
inclinan a que es mejor considerar aquellos correspondientes al quinto
bimestre. Las dos posturas tienen sus pros y contras. Pero ¿alguien
recuerda las razones por las que asignamos evaluaciones a los alumnos
durante 5 momentos del año escolar? ¿Será que es prudente dosificar y
emitir un juicio de valor de cierta cantidad de temas? ¿Y si el centro
de trabajo es el alumno, qué es lo que más le conviene? Quizá pensemos
que en los 4 bimestres anteriores ya se evaluaron los aprendizajes
esperados de cada uno de ellos. Y ahora, los volveremos a evaluar, si
consideramos un examen final de todos los aprendizajes esperados. Además
sería un examen de todos los aprendizajes para solo asignar la quinta
parte de la evaluación.
Junto con estos dos tipos de exámenes, se describen otros tres tipos
de evaluación: el examen extraordinario de regularización, del que ya
tenemos bastante experiencia, el examen general de conocimientos, del
que apenas nos estamos ganando las primeras experiencias y el examen que
aplicará alguna entidad externa a los sistemas educativos como el
nuestro. Todo ello nos dan una muestra clara de la cantidad de
oportunidades que se ofrecen a los estudiantes para que puedan concluir
sus estudios en tiempo y forma.